La carga de la prueba
Hola 👋🏻!
Si no me sigues en instagram te cuento. La semana pasada apareció en prensa que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha bajado el límite que se considera seguro del Bisfenol-A en 200.000 veces. Aunque es algo que la comunidad científica tenía más o menos claro desde hace tiempo, ha sido ahora cuando se ha publicado que los límites considerados seguros no lo eran tanto lo que traerá seguro implicaciones legales durante los próximos meses.
Si quieres ver el post, te lo dejo aquí:
Traigo este post hoy porque quiero hacer una pequeña reflexión.
Para introducir en el mercado un producto químico, la Unión Europea tiene diseñados una serie de protocolos cuyo objetivo es evitar que se introduzcan productos que puedan ocasionar problemas para la salud de los ciudadanos o del medioambiente.
Cuando hay algún cambio en las propiedades o los efectos del producto químico es cuando se realiza de nuevo una evaluación de su seguridad, como ha sucedido con el BPA.
Sin embargo, en el mercado ya existen compuestos químicos que, a priori y con la evidencia disponible en su momento, se consideran seguros a ciertas dosis.
De éstos hay un gran abanico que diferentes científicos y organizaciones clasifican como disruptores endocrino, es decir, capaces de hackear nuestro sistema hormonal con consecuencias dispares o afectar a los ecosistemas como sucedió con el diclofenaco que causaba la muerte de los buitres que se alimentaban de ganado que había sido tratado con este antiinflamatorio.
Muchos de estos científicos son calificados como alarmistas. Parece que la carga de la prueba no recae sobre la sustancia química una vez ha sido considerada segura por primera vez. Parece que hay que esforzarse en demostrar que no es segura en lugar de aplicar el principio de precaución.
Uno de los científicos que más ha alzado la voz contra estos compuestos y que es calificado como alarmista es Nicolás Olea que lleva trabajando con los efectos de los disruptores endocrinos desde hace décadas.
En este enlace puedes leer una interesante entrevista donde avanza otro aspecto de este problema: a diario tomamos o nos aplicamos una diversidad de productos químicos que pueden interaccionar entre sí y a lo que llaman efecto cóctel y que no está contemplado en la legislación. Por ejemplo, ¿sucede algo si me aplico un cosmético con ftalatos e ingiero BPA por la dieta? ¿hay una alguna interacción en nuestro organismo?
Nicolás Olea es autor del libro “Libérate de tóxicos: Guía Para Evitar Los Disruptores Endocrinos” al que merece la pena echarle un vistazo. Aquí puedes comprarlo en Amazon.
Debido a todo esto a mí se me plantean preguntas para las que todavía no tengo respuesta como son:
¿se aplica correctamente el principio de precaución?
¿por qué ante las dudas sobre una sustancia química que no es natural en nuestro organismo (ni en los ecosistemas) se tiene que demostrar que su uso es dañino y no es al revés, es decir, que sean las sustancias las que tienen que demostrar que son inofensivas?
¿los científicos que son tachados de alarmistas, son efecto alarmistas o es que aplican el principio de precaución?
¿dónde está la línea entre alarmismo y principio de precaución?
¿las agencias efectivamente protegen al ciudadano o a los intereses de las industrias? En este caso no hay que dejar de lado que la industria sustenta los empleos y la economía de la UE y tomar decisiones que puedan provocar graves consecuencias a gran escala no debe ser fácil, pero… ¿a costa de la salud de los ciudadanos? ¿priorizamos salud o economía?
¿qué sucede con todos esos productos importados de países sin estos niveles de seguridad que supuestamente tienen algún tipo de control pero que la realidad es que las aduanas dan para lo que dan?
¿qué sucede en los países con legislaciones menos estrictas?
¿hay una vigilancia eficaz del mercado y sabemos que estos compuestos no se encuentran en los productos?
¿Vosotros qué pensáis?
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